Un muchacho de 13 años miraba su reloj y se acomodaba la gabardina, pensaría intentarlo allí y luego regresaría a casa. A través de la puerta transparente veía a un muchacho alto y delgado, con cabello despeinado y un aire indiferente. Ingresó al lugar y le tendió la mano:
"Hola mucho gusto, Nepomuceno Márquez" - le dijo
El muchacho lo saludó mostrando un poco de amabilidad y esto le dió un poco de confianza, los pensamientos de sosiego lo abandonaron un poco y se dispuso a solicitar la ayuda que tanto aclamaba.
"Yo vengo a redactar una carta, para ver si me puedes ayudar. Necesito útiles escolares y quiero hacer una solicitud formal para que me los den"
El joven le pregunta adónde quiere enviarla y sus dudas comienzan a renacer, saca un pequeño maletín y decenas de folletos se desparraman. Revisa una y otra vez la maraña de papeles con logotipos de "Gobierno Bolivariano" y publicidades de "Imeca: Un mundo maderero" hasta que detiene la vista en un pequeño papel blanco.
"Aquí" - contesta
El papel tiene la dirección del Ministerio del (Poder Popular para el) Ambiente en Caracas, el muchacho del mostrador frunce el ceño y pregunta si cree que en verdad es allí a donde debe enviarla. Nepomuceno responde que sí con determinación y acto seguido comienzan a redactar la carta.
Así como la confianza surgió, rápidamente se desvaneció al no saber que colocar en su carta, y para colmo la mirada desaprobatoria del muchacho no lo ayudaba.
De repente, ordena que se detenga y pide que le recomiende un lugar donde puedan recibir su carta. Tras escuchar el nombre de unas 3 instituciones medita que ninguna podria servir y retorna a escudriñar la maraña de folletos que reposaban en el mostrador.
"¿Y si la enviamos para allá?" - propone mientras le acerca el papel
El joven del mostrador toma el folleto y tras quedar en silencio por 3 segundos, resopla y responde que ese sería el último lugar donde lo ayudarían.
Sus opciones se reducían mientras escogía otro folleto: "¿Y para acá?"
- "Ehmm.... eso es una publicidad de una barbería, no es un instituto de la educación o algo parecido"
Nepomuceno pensó replicar pero el tiempo se le acortaba. Sus ojos rebotaban de panfleto a panfleto y mientras más le hacía llegar al muchacho, mayor era su cara de sorpresa, desesperanza e irritabilidad
"OK, hagamos algo, yo la voy a escribir a la Fundación del Niño donde sí te podrían ayudar" - Le propuso tras el mostrador.
Nepomuceno sintió su cabeza hervir un poco y negó rápidamente con la cabeza: "Del niño?!.. eso no, si yo no soy un niño" - pensó
Y mientras la desesperación de ambos personajes alcanzaba la cumbre finalmente decidió formalizar su petición a un centro comercial. La reacción del muchacho ante algo tan inverosímil fue la misma que en los casos anteriores, pero el cansancio hizo que ignorara esto y comenzara redactar la tan preciada, enredada y completamente inútil carta del precoz Nepo.
Pagó, se tomó su tiempo para recoger sus folletos y marchó hacia la puerta. El ocaso se presentaba en la ciudad, posó sus ojos en él por un rato y emprendió su ruta nuevamente desapareciendo por las escaleras y pensando que la primera parte de su objetivo ya estaba cumplida.
Mientras que al otro lado de la puerta, los parlantes de la computadora que habían regresado al nivel estruendoso de hace unos 30 minutos, opacaban los pensamientos del joven sobre el personaje tan peculiar que acababa de conocer.
"Hola mucho gusto, Nepomuceno Márquez" - le dijo
El muchacho lo saludó mostrando un poco de amabilidad y esto le dió un poco de confianza, los pensamientos de sosiego lo abandonaron un poco y se dispuso a solicitar la ayuda que tanto aclamaba.
"Yo vengo a redactar una carta, para ver si me puedes ayudar. Necesito útiles escolares y quiero hacer una solicitud formal para que me los den"
El joven le pregunta adónde quiere enviarla y sus dudas comienzan a renacer, saca un pequeño maletín y decenas de folletos se desparraman. Revisa una y otra vez la maraña de papeles con logotipos de "Gobierno Bolivariano" y publicidades de "Imeca: Un mundo maderero" hasta que detiene la vista en un pequeño papel blanco.
"Aquí" - contesta
El papel tiene la dirección del Ministerio del (Poder Popular para el) Ambiente en Caracas, el muchacho del mostrador frunce el ceño y pregunta si cree que en verdad es allí a donde debe enviarla. Nepomuceno responde que sí con determinación y acto seguido comienzan a redactar la carta.
Así como la confianza surgió, rápidamente se desvaneció al no saber que colocar en su carta, y para colmo la mirada desaprobatoria del muchacho no lo ayudaba.
De repente, ordena que se detenga y pide que le recomiende un lugar donde puedan recibir su carta. Tras escuchar el nombre de unas 3 instituciones medita que ninguna podria servir y retorna a escudriñar la maraña de folletos que reposaban en el mostrador.
"¿Y si la enviamos para allá?" - propone mientras le acerca el papel
El joven del mostrador toma el folleto y tras quedar en silencio por 3 segundos, resopla y responde que ese sería el último lugar donde lo ayudarían.
Sus opciones se reducían mientras escogía otro folleto: "¿Y para acá?"
- "Ehmm.... eso es una publicidad de una barbería, no es un instituto de la educación o algo parecido"
Nepomuceno pensó replicar pero el tiempo se le acortaba. Sus ojos rebotaban de panfleto a panfleto y mientras más le hacía llegar al muchacho, mayor era su cara de sorpresa, desesperanza e irritabilidad
"OK, hagamos algo, yo la voy a escribir a la Fundación del Niño donde sí te podrían ayudar" - Le propuso tras el mostrador.
Nepomuceno sintió su cabeza hervir un poco y negó rápidamente con la cabeza: "Del niño?!.. eso no, si yo no soy un niño" - pensó
Y mientras la desesperación de ambos personajes alcanzaba la cumbre finalmente decidió formalizar su petición a un centro comercial. La reacción del muchacho ante algo tan inverosímil fue la misma que en los casos anteriores, pero el cansancio hizo que ignorara esto y comenzara redactar la tan preciada, enredada y completamente inútil carta del precoz Nepo.
Pagó, se tomó su tiempo para recoger sus folletos y marchó hacia la puerta. El ocaso se presentaba en la ciudad, posó sus ojos en él por un rato y emprendió su ruta nuevamente desapareciendo por las escaleras y pensando que la primera parte de su objetivo ya estaba cumplida.
Mientras que al otro lado de la puerta, los parlantes de la computadora que habían regresado al nivel estruendoso de hace unos 30 minutos, opacaban los pensamientos del joven sobre el personaje tan peculiar que acababa de conocer.
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